Migración en Chile: noticias, impacto y realidades que no te cuentan

La migración, el movimiento de personas de un lugar a otro, a menudo por necesidad, violencia o búsqueda de oportunidades. También conocida como movilidad humana, es algo que ya no se puede ignorar en Chile. No es solo un tema de fronteras o papeles. Es gente que llega con sus hijos, sus herramientas, sus historias y sus sueños rotos. Y se queda. En Santiago, en Arica, en Valparaíso. En las cocinas, en las obras, en los centros de salud. En 2025, más de un millón de migrantes viven aquí, y muchos de ellos no aparecen en los titulares... hasta que pasa algo.

La política migratoria, el conjunto de leyes y acciones del Estado para regular quién entra, cómo se queda y qué derechos tiene. También conocida como regulación de extranjeros, ha cambiado varias veces en los últimos años. Pero la realidad en la calle no siempre sigue las normas. Hay familias que llevan años sin papeles, pero trabajan, pagan impuestos y mandan a sus hijos a la escuela. Y hay comunidades que los acogen, y otras que los rechazan con miedo o desinformación. El conflicto mapuche en La Araucanía, por ejemplo, no es solo un tema indígena: también es un espacio donde llegan migrantes de otros países buscando tierra o trabajo, y terminan atrapados en una tensión que no les pertenece.

Los migrantes, personas que abandonan su país de origen por razones económicas, políticas o humanitarias. También conocida como personas en movimiento, no son un grupo homogéneo. Hay venezolanos que huyen de la crisis, haitianos que escaparon del caos y el desastre, peruanos que buscan estabilidad, y también colombianos, ecuatorianos y sírios. Cada uno tiene su historia, su nivel de educación, sus expectativas. Algunos llegan con profesiones, otros con solo ganas de trabajar. Y todos enfrentan el mismo problema: el silencio. Nadie habla de cómo viven en los campamentos de La Pintana, o cómo las mujeres migrantes se convierten en cuidadoras sin seguro ni salario. Nadie cuenta que muchos de ellos pagan más por un alquiler que un chileno con el mismo sueldo.

Y luego están los refugiados, personas que huyen de la guerra, la persecución o la violencia sistemática, y que tienen derecho a protección internacional. También conocida como personas con estatus de refugio, son una minoría dentro de la migración, pero su caso es el que más se politiza. En Chile, pocos logran el estatus. Muchos lo piden. Muchos más lo necesitan. Pero el sistema es lento, burocrático, y a veces cruel. No es raro que alguien espere dos años para una cita, mientras su hijo se enferma y no puede acceder a la salud pública.

Lo que ves en las noticias no es todo. Aquí no hay solo cifras de la Policía Internacional. Hay historias de padres que trabajan doce horas para que sus hijos no repitan su suerte. De mujeres que se convierten en líderes de sus comunidades sin haber estudiado administración. De jóvenes que aprenden español en las noches, después de limpiar oficinas. Este es el otro lado de la migración: el que no se ve en los debates políticos, pero que construye Chile cada día. Lo que encontrarás aquí son relatos reales, datos que no te contaron, y noticias que conectan lo que pasa en una calle de Valparaíso con lo que pasa en un campamento de La Araucanía. Porque la migración no es un problema. Es una parte viva de este país. Y ya no se puede fingir que no está.

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Giorgia Meloni acusa a ONU y UE de proteger a criminales con sus normas migratorias, mientras defiende el nuevo pacto europeo y el Corredor Lobito.