Ahmad al‑Sharaa realiza su primera visita oficial a Azerbaiyán: energía y reconstrucción en la agenda

Ahmad al‑Sharaa realiza su primera visita oficial a Azerbaiyán: energía y reconstrucción en la agenda
Renata Sánchez Egaña 20 sep 2025 0 Comentarios

Una visita que reordena piezas en el Cáucaso y Oriente Medio

Primera visita oficial, décima escala en menos de un año y un mensaje claro: Siria quiere volver a contar. El presidente Ahmad al-Sharaa aterrizó en Bakú para sellar un acercamiento con Azerbaiyán que hasta hace poco parecía improbable. Fue recibido por Ilham Aliyev con honores y con una agenda concreta: gas, reconstrucción y una nueva hoja de ruta diplomática.

Desde que asumió el 29 de enero de 2025, al‑Sharaa ha recorrido Turquía, Francia, Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Catar, Baréin, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. Azerbaiyán es la décima parada de una ofensiva exterior que busca abrir puertas y cerrar heridas. El propio líder sirio admitió que la etapa anterior dañó relaciones con varios países, incluido Azerbaiyán, y agradeció a Aliyev el “apoyo fraternal”.

En Bakú lo leyeron como un punto de inflexión. Aliyev subrayó que la visita puede “impulsar de forma significativa” los vínculos bilaterales. Concretaron un frente prioritario: aliviar la crisis energética siria con gas azerbaiyano que llegaría a través de Turquía y explorar la participación de empresas de Azerbaiyán en la rehabilitación del sistema energético de Siria, devastado por años de guerra.

La Presidencia azerbaiyana lo dijo sin rodeos: exportar gas a Siria “contribuirá a su seguridad energética”. El esquema encaja con la geografía. Azerbaiyán es un exportador habitual a través de la red turca y Ankara mantiene un canal directo con Damasco desde el cambio de ciclo político. Si el flujo se activa, el impacto se notará en hospitales, alumbrado, industria y cocinas, donde la falta de suministro ha sido una constante.

Pero la energía no es lo único sobre la mesa. Hay interés en replicar en Siria parte de la experiencia de Azerbaiyán en la reconstrucción de sus territorios recuperados en Karabaj: tendidos eléctricos, plantas modulares de generación, carreteras, desminado, vivienda pública y servicios básicos reimplantados con cronogramas agresivos. Bakú ve en esa caja de herramientas una carta de presentación y Damasco, un atajo para ganar tiempo.

El encuentro llega con Siria en tránsito político. Tras la huida de Bashar al‑Assad a Rusia en diciembre de 2024, el país quedó en manos de una administración de transición que intenta recomponer instituciones y abrirse a alianzas que durante décadas parecían bloqueadas. La caída del andamiaje del Baaz cambió la brújula. El nuevo equipo hace gestos hacia socios regionales con los que puede construir rápido: Turquía y Azerbaiyán están en ese renglón.

Este realineamiento se nota en el tono y en los temas. Donde antes había fricción, ahora hay pragmatismo. En Bakú lo describen como una ventana de oportunidad para ganar espacio de influencia positiva en la vecindad ampliada, en un momento en el que el peso de Armenia en Damasco es menor y Ankara actúa como puente. La clave será si ese pragmatismo resiste las presiones de un vecindario complejo.

Hay además un canal discreto de seguridad que empieza a asomar. Fuentes políticas en la región apuntan a reuniones de alto nivel entre responsables sirios e israelíes en la capital azerbaiyana para hablar de la frontera sur de Siria. Si Baku logra sostener ese hilo, se afianza como anfitrión útil para conversaciones sensibles, algo que encaja con su perfil de mediador funcional sin grandes discursos.

¿Qué persiguen, en lo concreto, Bakú y Damasco? Un paquete de trabajo con tres tramos: abastecimiento de gas, ingeniería y reconstrucción de redes críticas, y una agenda económica más amplia que mire a comercio y servicios. No es humo. Es lo que ambos gobiernos han puesto por escrito o dicho en público durante la visita.

  • Gas a corto plazo por la vía turca, con contratos que puedan escalar según capacidad de pago y seguridad en el terreno.
  • Diagnóstico conjunto de la red eléctrica siria para priorizar subestaciones, líneas y generación distribuida donde el retorno social sea inmediato.
  • Participación de empresas azerbaiyanas en obras de infraestructura y en servicios ligados a la reconstrucción (logística, materiales, maquinaria, desminado).

Para Siria, cada kilovatio cuenta. La falta de luz y gas no solo golpea a hogares y pymes; frena servicios esenciales y ahuyenta inversión. Para Azerbaiyán, el beneficio es doble: coloca gas y servicios de alto valor y gana una palanca diplomática en el Levante, de la mano de su aliado estratégico, Turquía.

La ruta del gas, si cuaja, será la prueba del nueve. Habrá que ajustar regulaciones, seguros y pagos en un país aún bajo restricciones y con zonas inestables. Un diseño gradual —pilotos en ciudades controladas, contratos flexibles y auditorías técnicas independientes— puede marcar la diferencia. La prioridad: proyectos que muestren resultados visibles en meses, no en años.

En reconstrucción, el catálogo es amplio. Subestaciones modulares, microrredes en hospitales, plantas solares para estabilizar picos, refuerzo de líneas de media tensión y reparación de centrales dañadas. En paralelo, carreteras y puentes para sacar producción agrícola e industrial, y programas de vivienda que devuelvan densidad a barrios vaciados. La experiencia de Karabaj con “pueblos inteligentes” y reactivación de servicios básicos puede trasladarse en parte, adaptada al mapa sirio.

La política empuja, pero también condiciona. Rusia, Irán y los países del Golfo tienen intereses directos en Siria. Bakú se mueve con su manual clásico: relaciones correctas con todos, sin apostar todo a una sola mesa. Ese juego fino será clave si quiere sostener su papel de proveedor y, al mismo tiempo, anfitrión de conversaciones de seguridad.

En el plano comercial, el potencial va más allá del gas. Construcción, materiales, alimentación, fertilizantes, farmacéutica genérica, maquinaria ligera y servicios de ingeniería son sectores en los que empresas azerbaiyanas pueden entrar rápido. Del lado sirio, agricultura, textiles y manufacturas simples podrían encontrar salida si la logística se ordena y el suministro eléctrico mejora.

También hay margen en formación y gestión pública. Intercambios técnicos en planificación urbana, digitalización de catastros, compras públicas y control de obras pueden acelerar capacidades en Siria. Son áreas menos vistosas, pero con impacto directo en la calidad del gasto de reconstrucción.

El capítulo de seguridad no se agota en la frontera sur. El desminado es condición de posibilidad para cualquier obra. Azerbaiyán ha invertido fuerte en esa capacidad y podría desplegar equipos y entrenadores. Es el tipo de cooperación que no sale en las fotos, pero que desbloquea todo lo demás.

¿Qué puede descarrilar el impulso? Tres frentes: financiación, seguridad y gobernanza. La financiación exige fórmulas mixtas (público-privadas, garantías parciales, pagos en especie) y socios que compartan riesgo. La seguridad pide mapas claros de control territorial y protocolos para proteger obras y personal. La gobernanza requiere contratos transparentes, supervisión y objetivos medibles. Sin eso, las promesas se diluyen.

El viaje de al‑Sharaa a Bakú también tiene un valor simbólico. Envía una señal a las capitales de la región y a los mercados: Siria está abriendo puertas y busca socios con los que cerrar acuerdos tangibles. En política exterior, el símbolo importa porque ordena expectativas y moviliza burocracias.

En los próximos meses convendrá observar tres indicadores: si se anuncian volúmenes y calendarios de gas, si se firman contratos de reconstrucción con hitos claros y si Bakú vuelve a reunir discretamente a delegaciones de seguridad con agendas concretas sobre el terreno sirio. Si esos tres hilos avanzan, el viaje habrá sido más que una foto.

Energía, gas y reconstrucción: qué se negocia

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La clave energética gira en torno a un suministro escalonado de gas azerbaiyano a Siria, utilizando la red turca como columna vertebral. La lógica es simple: usar infraestructura ya operativa, minimizar obras nuevas y concentrar esfuerzos en la última milla dentro de Siria. Menos CAPEX inicial, más rapidez.

En paralelo, se plantea una intervención quirúrgica en la red eléctrica: priorizar subestaciones con mayor impacto social, reforzar líneas troncales y añadir generación distribuida donde el combustible pueda llegar de forma sostenida. Soluciones modulares que se instalan en semanas y no dependen de megaobras.

Para sostenerlo, hará falta una arquitectura financiera pragmática. Opciones: contratos a corto plazo con renovación automática si se cumplen hitos, esquemas de pago asegurados por compradores estatales, y posible respaldo de fondos regionales que buscan proyectos con retorno social claro. Cuanto más medible sea el beneficio —horas adicionales de luz, camas hospitalarias operativas, pymes reabiertas—, más fácil será movilizar dinero.

La dimensión diplomática acompaña. Si Bakú consolida su papel como anfitrión útil para conversaciones sobre el sur de Siria, el suministro energético ganará una red política que lo protege. La energía, al fin, es también política: genera interdependencias y crea incentivos para que las partes cuiden los canales que les dan estabilidad.

El aterrizaje de esta agenda marcará el pulso de la nueva política exterior siria. Al‑Sharaa apuesta por resultados visibles y por socios que puedan ejecutarlos rápido. Para Azerbaiyán, es la oportunidad de proyectar su diplomacia energética más allá del Cáucaso. Si ambos calibran bien tiempos y expectativas, el gas que cruce Anatolia podría encender algo más que bombillas en Siria: podría encender una etapa de reconstrucción con pies en la tierra.