Cuando la pelota se queda en el suelo por una amenaza, la frustración de los jugadores se hace palpable. Javier Altamirado no tardó en expresar su malestar con la directiva de Universidad de Chile, que decidió no jugar la Supercopa por temores de seguridad.
El conflicto con la Supercopa
Todo empezó con un anuncio que parecía rutinario: la Supercopa iba a disputarse en La Serena. Hoteles reservados, vuelos comprados y el club organizó toda la logística. Pero la situación dio un giro inesperado cuando Garra Blanca, el grupo radical de Colo‑Colo, lanzó amenazas que pusieron en riesgo la seguridad de jugadores, árbitros y aficionados.
Ante esa presión, la directiva tomó la decisión de suspender el partido. Los jugadores, sin embargo, no estaban de acuerdo. Altamirano contó que tanto él como sus compañeros ya habían adquirido pasajes aéreos que ahora resultan totalmente inútiles. "¿Para qué comprar los boletos si después nos dicen que no jugaremos?", preguntó con evidente incredulidad.
En sus declaraciones, el mediocampista de 26 años dejó claro que su prioridad es el fútbol, no los papeles. "Quiero jugar y ganar en la cancha, no que nos den excusas en la oficina", afirmó, subrayando la brecha entre la mentalidad competitiva del plantel y la cautela de los ejecutivos.

Rendimiento de Altamirado y su futuro en la Universidad
La polémica surge justo cuando Altamirado está en uno de sus mejores momentos. Desde su llegada a la Universidad de Chile a principios de 2025, ha disputado 34 partidos y anotado siete goles, cifra que incluye dos tantos decisivos en la campaña de la Copa Sudamericana que llevó al equipo a semifinales.
Uno de sus momentos más recordados llegó contra Alianza Lima, donde remató un gol espectacular que quedó en los titulares. Fue esa continuidad de buen nivel la que motivó a la directiva a ejercer la opción de compra del 50% de sus derechos a un costo cercano a 1,5 millones de dólares, asegurando su presencia a largo plazo.
Aunque el club haya invertido una suma considerable y extendido su contrato, Altamirado parece más interesado en demostrar que el dinero no lo es todo si no puede pisar el césped. "Los jugadores queremos resolver los problemas en la cancha, con sudor y talento, no con papeles y reuniones", dejó constancia.
Este episodio también refleja una tendencia preocupante en el fútbol chileno: la violencia de los hinchas está influyendo cada vez más en decisiones deportivas. Mientras algunos ejecutivos priorizan la seguridad y evitan riesgos, los futbolistas siguen defendiendo la esencia del deporte: competir y dar lo mejor de sí.
La historia de Altamirado no solo habla de un jugador que quiere seguir marcando goles, sino de una generación que se niega a aceptar que la amenaza fuera del estadio dicte el futuro del juego. La pregunta queda en el aire: ¿logrará la directiva encontrar una solución que satisfaga tanto la seguridad como el ansia de juego de sus jugadores? La respuesta dependerá de cómo se maneje el próximo paso de la Supercopa y de la disposición de todos los involucrados para volver a la cancha.