Sensacionalismo en Chile: cómo la prensa manipula la verdad
El sensacionalismo, una práctica periodística que prioriza el impacto emocional sobre la veracidad. También conocido como noticia amarilla, es cuando los medios prefieren vender miedo, polémica o drama antes que explicar lo que realmente pasó. En Chile, esto no es raro: un incendio en una tienda se convierte en una catástrofe nacional, un rumor sobre una diputada se transforma en una trama de espías, y un artista que llora en vivo se convierte en un caso de salud mental pública. Todo eso no es noticia: es sensacionalismo.
El prensa chilena, el conjunto de medios que informan al público en el país a menudo actúa como un amplificador de emociones en lugar de un filtro de hechos. Mira el caso de Maite Orsini, una diputada envuelta en un escándalo de rumores sin pruebas: un audio filtrado, una conductora que lo repite en vivo, y de pronto hay una campaña de linchamiento en redes. Nadie probó que ella llamó a nadie para confesar nada. Pero el titular ya estaba escrito. Lo mismo pasó con Marcianeke, un músico que se desmoronó en una transmisión en vivo: su vulnerabilidad se convirtió en contenido viral, no en una señal de alerta para la salud mental. El sensacionalismo no solo miente: también deshumaniza.
¿Por qué esto sigue pasando?
Porque funciona. Las noticias falsas y exageradas generan clicks, comentarios y compartidos. Los medios saben que si ponen "¡ESCÁNDALO!" en mayúsculas, la gente hace clic. Y mientras más dramático, mejor. Por eso, un empate 1-1 en la Sudamericana se vuelve "¡LA HISTORIA QUE CAMBIARÁ EL FÚTBOL CHILENO!". Por eso, un aumento del 0% en la inflación se convierte en "¡EL BANCO CENTRAL SE DESMONTA!". No es error: es estrategia. Y mientras más se repite, más se cree. El manipulación mediática, el uso intencional de la información para moldear opiniones ya no es un riesgo: es el negocio.
Lo peor no es que mientan. Lo peor es que nos acostumbramos. Empezamos a esperar el drama. A creer que si no hay polémica, no es noticia. Pero aquí abajo no encontrarás titulares que griten. Encontrarás lo que realmente pasó: los hechos, los nombres, los lugares, los datos. Sin exageraciones. Sin trampas. Sin teatros. Porque el sensacionalismo no te ayuda a entender el mundo. Solo te hace sentir que estás en una serie de televisión. Y tú no eres un espectador: eres el público que paga por el show. Aquí, solo hay lo que importa.