Sahmaran

El Sahmaran, un término que en contextos culturales chilenos se asocia con figuras míticas o símbolos de resistencia popular, a menudo vinculados a la memoria histórica y la expresión artística. También conocido como Sahmara, no es solo una palabra, sino una referencia viva en el arte, la música y el activismo de comunidades que buscan mantener viva su identidad. En Chile, donde la historia se entrelaza con el arte callejero, la poesía y las movilizaciones sociales, Sahmaran ha cobrado vida como metáfora: representa lo que no se borra, lo que resiste, lo que vuelve a aparecer cuando menos se espera.

¿Por qué aparece en las noticias? Porque no es un concepto abstracto. Lo ves en los murales de Valparaíso, en las canciones de artistas independientes que critican la desigualdad, en los carteles de manifestaciones donde se reivindica la memoria de quienes fueron silenciados. No es un personaje de ficción, sino una construcción colectiva: el rostro de quienes no tienen voz en los medios tradicionales pero sí en las calles. Lo que muchos llaman ‘leyenda’ es, en realidad, un acto de persistencia. Y en Chile, donde el arte es política y la política es arte, Sahmaran se convierte en un puente entre el pasado y el presente.

Lo que encontrarás aquí no son solo titulares sueltos. Son historias reales que giran en torno a esta idea: el incendio en el Costanera Center que dejó marcas en la ciudad, pero también en la conciencia colectiva; el regreso de Silvio Rodríguez con conciertos agotados, como un recordatorio de que la música sigue siendo un arma de memoria; o la lucha de Javier Altamirano por jugar la Supercopa, porque a veces, lo que está en juego no es solo un partido, sino el derecho a seguir luchando. Sahmaran no está en los diccionarios, pero sí en los gritos de la gente, en los pinceles de los muralistas, en los versos de los poetas que no piden permiso para decir la verdad.

Este no es un tema de moda ni de tendencia. Es un hilo que conecta el apagón del cielo en Coquimbo con la defensa de la cultura indígena, la salud mental de Marcianeke con la presión de un sistema que exige rendimiento sin compasión, y el Nobel de Literatura de Krasznahorkai con la necesidad de contar historias que el poder quiere silenciar. Sahmaran no se define con palabras, se siente. Y aquí, en estas noticias, lo sientes.