Chama
Chama, un término que en Chile se usa para referirse a alguien auténtico, con raíces, que no se deja llevar por modas y que vive con intensidad. También es el nombre de una vibrante escena cultural que abarca desde la música urbana hasta el arte callejero, pasando por las historias de personas reales que no buscan fama, pero que marcan la identidad del país. No es solo una palabra: es una actitud. Y en Chile, esa actitud se escucha en las canciones de Marcianeke, se ve en los murales de Santiago, y se siente en los gritos de la hinchada cuando Javier Altamirano marca un gol en La Serena. Chama no es un estilo, es una forma de existir: sin filtros, con emoción, con dolor, con orgullo.
Lo que muchos llaman ‘chama’ en redes sociales, en los barrios y en los festivales independientes, es lo que la cultura oficial a veces ignora. Es el tipo que canta en la calle con su guitarra y logra que todo el mundo se pare a escuchar. Es el joven que se sube a Instagram y llora en vivo porque la presión lo agota, como hizo Marcianeke. Es el futbolista que se levanta contra la directiva porque cree en el juego, como Javier Altamirano. Y también es Silvio Rodríguez cuando vuelve a Santiago después de siete años y llena el Movistar Arena con canciones que saben a memoria, no a trending. Chama no necesita reconocimiento. Solo necesita ser escuchado.
En esta colección, no encontrarás noticias de celebridades vacías ni reportes fríos. Aquí hay historias de gente que no se rinde, que se levanta, que se equivoca, que grita, que canta, que juega y que no se calla. Desde el apagón de Coquimbo para proteger el cielo hasta el incidente en el Costanera Center, desde el desgaste de un iPhone hasta la lucha por la salud mental en la música urbana: todo tiene un hilo común. Chama es lo que queda cuando se quita el maquillaje de la imagen. Lo que queda cuando se apagan los focos y sigue habiendo alguien que dice la verdad. Lo que sigue vivo en medio del ruido. Lo que tú, lector, reconoces porque lo has visto en tu barrio, en tu casa, en tu esquina. Estas son las historias que no se venden, pero que se sienten. Y aquí están, todas juntas, para que las leas, las sientas, y las recuerdes.
